Queridos Hermanos:
Que distinto es hablar del mìnimo necesario cuando se trata de cosas materiales. Siempre se quiere una casa màs grande, un carro màs veloz o la tecnologìa màs avanzada. En esto no nos conformamos nunca, siempre queremos màs. Sin embargo, la sobriedad de la que nos habla San Pablo en la segunda lectura, es la caracterìstica de la autèntica pobreza del buen cristiano. No pretender lo superfluo, aprender que con lo necesario nos basta para vivir.
Pero aunque esta regla no la queremos aplicar en lo material, gustosamente la aplicamos en lo espiritual. Ahì si que nos parece que el mìnimo es màs que suficiente. Para què rezar todo el rosario, para què comulgar todos los dìas, para què confesarse tan seguido, para què dedicar tanto tiempo a la Iglesia. Cuando se trata de lo espiritual siempre debemos aspirar al màximo, porque quien ama no se mezquina.
Hoy recordamos el bautismo del Maestro, pero tambièn nos recuerda San Juan que el bautismo que èl administraba era sòlo con agua, mientras que el nuevo, el que hemos recibido nosotros, es un bautismo con Espìritu Santo y fuego.
Nuevamente San Pablo nos recuerda lo màs importante: la gracia de Dios. Esa es la diferencia entre el bautismo del Bautista y el que nos diò Jesus. Mientras el de Juan era sòlo un signo externo de penitencia, el de Jesus nos trasmite la gracia. Esa gracia que El ganò para nosotros en la Cruz y que la Iglesia nos administra a travès de los sacramentos, especialmente de la Eucaristìa y de la Confesiòn. Es con la ayuda de esta gracia que podemos llegar a ser santos. Aquì se entiende porque Jesus nos dijo que El es la vid y nosotros los sarmientos. La savia con la que el tronco alimenta las ramas, es la gracia. Es asì como podemos dar fruto.
Por eso es que no podemos conformarnos con el mìnimo vital. Quièn ha comprendido estàs verdades buscarà siempre cultivar en sì la gracia de Dios. Mientras exista entre Dios y nosotros una comuniòn màs plena, mayores y mejores seràn los frutos que podremos producir, para mayor gloria de Dios. Para eso es que estamos en el mundo, para eso es que nos ha dejado los sacramentos, para eso es que muriò en la Cruz.
Hoy, mientras recordamos nuestro bautismo, que nos ha hecho entrar en la Iglesia y nos ha transformado en Hijos de Dios, hagamos el firme propòsito de crecer en gracia, de no conformarnos con ser buenos, cuando sabemos que estamos llamados a ser santos.
Hasta el Cielo.
P. Cèsar Piechestein
elcuradetodos ... ustedes
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